El día después de «el día después»

Ya hemos terminado las representaciones que habíamos programado en la sala Joaquín Eléjar del musical «el día después» y me ha dejado un poco chof.

Ya hemos terminado las representaciones que habíamos programado en la sala Joaquín Eléjar del musical «el día después» y me ha dejado un poco chof.

Para el que no lo sepa, éste musical lleva dando tumbos desde que en 2010 (que ya ha llovido) se me ocurrió hacer un cortometraje musical, cosa que yo no había visto nunca y me hacía gracia. Casi sin formación musical, aparte de los grupos de música en los que había tocado de forma amateur, me lié la manta a la cabeza y la casualidad hizo que llegara al casting que organizamos el cantautor Curro Ayllón. Su voz nos enamoró y quiso colaborar activamente en la realización del corto, componiendo uno de los temas y ayudándome a componer las tres canciones restantes, creando cuatro composiciones originales que exploraban varios géneros musicales de mi gusto particular.

No, no voy a poner escenas del corto, principalmente porque ahora, me da vergüenza. Y no es por menospreciar, ni mucho menos, el trabajo hecho por los actores que participaron, sino más bien el mío propio como director, concediendo y cediendo opiniones que a día de hoy no concedería.

El caso es que en 2013, Stage Enterteinment organizó un concurso llamado «por un micromusical». En ese momento yo no sabía qué era microteatro, así que les envié mi propuesta que incluía cinco actores, músicos y cuerpo de baile. Ipso Facto me llamó el programador de Microteatro Madrid diciéndome que le encantaban las canciones y la historia, pero que en una habitación de quince metros cuadrados, en las que también debe entrar el público, eso, no cabía. Si me comprometía a encorsetarlo en el formato con un máximo de tres actores, me programaba. Sin siquiera leer la versión final estaba ya dentro de la convocatoria de «Por un micromusical».

Aproveché para hacer más jóvenes a los personajes, desquitarme la auto-censura que me impuse a la hora de escribir el corto (eso da para otro post) y mandar a mis tres actores malagueños emigrados a Madrid a actuar en una sala alternativa que en aquella época era lo mas in de la capital, con famoseo incluido.

¿Qué debe incluir un musical? Para mí los personajes deben actuar, deben cantar (obvio) y deben bailar. Algunas de las propuestas con las que compartimos cartel no incluían las tres partes, sobre todo el tema del baile, lo que contribuyó a que cuando el personaje de Germán conquista a Sofía con su espectacular solo de baile la gente se quedara loca. Sin actores famosos y sin familiares o amigos a los que arrastrar, nuestra obra fue la más taquillera en su franja horaria.

Después vino Microteatro Málaga, batiendo récord histórico de espectadores, llenando pases de más de veinte personas, espectadores que vieron la obra hasta ocho veces… un boom.

Y entonces, en enero de 2017, empecé a hacer lo que dije que nunca haría. Alargar un micro.

«¿Por qué nunca hay que alargar un micro, Juanjo?» Porque un micro es lo que es. Es una historia corta que se resuelve en quince minutos (o veinte, que es lo que duraban algunos pases de el día después) con un conflicto sencillo. Alargar un conflicto con una resolución clara se llama estirar el chicle, y estirar un chicle es aburrido.

«¿Por qué hiciste entonces el día después, el musical?» Por varias razones:

  • Porque me gusta la historia
  • Porque me gustan las canciones
  • Porque, como he dicho antes, la versión original ya duraba veinte minutos y el ritmo era FRENÉTICO.
  • Porque teníamos acceso a la sala.

Y no era tan difícil, el personaje pivote, RAULITO, no estaba aprovechado. No tenía trasfondo, estaba vacío. Dándole un poco de personalidad y un nuevo conflicto llenábamos un personaje que estaba en escena y ayudaba a equilibrar la batalla de los sexos.

Como curiosidad, hubo una versión del guión más oscura. El dilema de Sofía, que se despierta sin acordarse de nada y un machito de catálogo afirma que se la ha tirado recuerda mucho a casos mediáticos y aproveché esas noticias para introducir más conflicto, o más bien, para hacer que pesara más el de Sofía, pero esa versión no cuadraba con el espíritu de «el día después», el buen rollito, de salir de la obra con una sonrisa de oreja a oreja. Dejé una mención un poco velada al caso y el que quiera entenderlo, que la entienda, es una capa más, pero solo eso, está de fondo.

Y se hizo «el día después, el musical». Con el mismo ritmo acelerado del micro, personajes mejor construidos y siete canciones nuevas. Y ¿qué he aprendido de todo esto?

  • Que todo el mundo opina.

Da igual que te hayas pegado un año afinando, retocando, componiendo, reescribiendo… Siempre hay algo que a alguien no le gusta. Y se que yo no soy un hombre de muchas palabras, pero si hay algo escrito en uno de mis guiones, es por algo.

En fin, que aún con la falta de tiempo de preparación, los cambios de actores, retoques de canciones y crear a mano una escenografía completa las representaciones han quedado bien.

¿Y qué gano yo después de todo ésto? Satisfacción personal. Porque hay que pagar a los actores, el IVA de las entradas, los seguros sociales y reponer el dinero que nos hemos gastado en publicidad, escenografía, microfonía…

Y casi ni eso.