Al salir de la habitación me di cuenta de que… aquella no era mi casa.
Quiero decir… todo estaba de la misma manera que antes de acostarme, pero no estaban las fotos de Lucía y yo en la plaza de San Marcos, ni el cuadro que pintó mi suegra para nuestra boda. Ni los juguetes de Nugget desperdigados por el suelo y llenos de babas de perro. Ni siquiera él estaba rondando por la casa, moviendo su rabo alegremente.
Desubicado
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